
Por aire, por tierra y por mar, el pueblo de los suertudos que recibieron derechos perpetuos de propiedad inmobiliaria en Medio Oriente y las tablas de la Ley de manos del mismo Dios (inciso: ¿no te cansas de liarla parda?) atacan la franja de Gaza para, según el escueto comunicado que empuña el hacha de guerra, "destrozar la infraestructura terrorista de Hamás en el área de operaciones y tomar varias zonas de lanzamiento para reducir la cantidad de cohetes disparados contra civiles israelíes".
El holocausto nazi les valió la palmadita internacional en su espalda sionista para ejercer los derechos de propiedad y la aplicación de sus propias y reinventadas tablas de la Ley no se hizo esperar.
Pero volviendo a las cifras, que además de llenar tumbas desmontan algún que otro objetivo militar, según el propio Ministerio de Defensa israelí 23 judíos han muerto entre principios de 2001 y el verano de 2008 a causa de proyectiles palestinos. Del otro lado, 6.200 personas han muerto desde el año 2000 bajo el fuego judío, entre ellos 936 niños. Dejando a un lado la vergonzosa e inevitable comparativa, una operación matemática sencilla nos lleva a la siguiente conclusión: Israel excusa sus ataques en la muerte de 23 personas en 3.100 días aproximadamente, quitando la vida a 500 personas en tan sólo 8 jornadas. Intensas jornadas.
500 personas en tan sólo 8 jornadas. No me canso de repetirlo.
Hace años no hubiera dudado en defender los proyectiles, palos y piedras que los palestinos usaban para atacar a cualquier judío que "pasase por allí", pero mis 26 me han enseñado que no se puede justificar la violencia excusándome en falta de medios. Porque la intención es lo que cuenta.
Y retomando la justificación de los sionistas, ¿cual es la verdadera intención de las autoridades israelíes? ¿Aplastar Gaza? ¿Exterminar a su población? ¿Convertirlo en un solar para experimentar con el armamento nuclear de la norteamericana matriz? Y, por último, y menos mal pensado, ¿Dar una lección con puño de hierro y terribles consecuencias?
La comunidad internacional ha hecho ladrar a sus perros pero no se decide a soltarlos. Los países árabes claman al cielo mientras en los despachos se decide como sacar tajada en nombre de Alá y Mahoma. Europa condena, pero no se retracta de haber abandonado al pueblo palestino a su suerte después de quitarle las ayudas que daban de comer y acompañaban al médico a los despojados. Por no hablar de despojos. Bush, aún con un pie fuera de la Casa Blanca, no puede resistirse a justificar el ataque en lo que puede ser la última ventosidad verbal de su inminente ex presidencial boca. Obama, la promesa del cambio, cumple y cambia el "We can" por el "mute".
Y nosotros no podemos hacer nada más allá de expresar nuestra total repulsa, indignación, verguenza, asco, náusea, cabreo o como queramos llamarlo. Con nuestras pancartas, que salen a la calle desde Neptuno el próximo día 17 de enero, de 18.00 a 21.oo h.
Y, cómo no, con los pañuelos palestinos que este año se han puesto de moda, que se venden en el Zara y en los mercadillos, que llevan anti sistema y ultras pijos, en el clásico negro y en el chupi guay rosa con piedrecitas brillantes, y que no es más que un trozo de tela que nada tiene que ver con la mortaja de las decenas de niños que han perdido la vida con otros tantos hasta contar 500 en los últimos 8 días.
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