jueves, 25 de diciembre de 2008

El bueno de Bernie y los amos del mundo

“El bueno de Bernie”, debieron pensar los amos del mundo cuando la rentabilidad de su fondo de inversión crecía y crecía y CRECÍA. La cosa pintaba bien. Intereses por encima del 10% siempre son buenas noticias. “Bernie siempre fue un chico muy aplicado” debieron pensar los amos del mundo.

O no. Quizá los amos del mundo nunca se plantearon qué hacía Bernie para que sus inversiones se disparasen, incluso cuando los mercados iban de culo. Quizá estaban demasiado ocupados o despreocupados. Supongo que el aroma que desprendían los millones que se embolsaban cada año gracias a Bernie sofocaba el olor a podrido de la que hoy es la mayor estafa en la Historia del sistema financiero, tal y como lo conocemos.

Ahora han pasado de estar ocupados o despreocupados a estar preocupados o muy preocupados. Y alguno que otro empieza a estar ‘suicidado’, con perdón, como el francés que se ha cortado las venas con un cuchillo de cocina después de descubrir que sus miles de millones (y los de sus clientes) se han esfumado.

Mientras Spielberg, los Botín y otros tantos intentan salvar el culo de su patrimonio (o un grano, purulento pero grano, del inmenso y archimillonario culo de su patrimonio), el resto de los mortales nos preguntamos, entre perplejos y fascinados, “¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de lo que estaba pasando durante 20 años?”, “¿Qué ha fallado?” y, por último, y no menos importante, “¿a mi qué cojones me importa, si yo no tengo ni un puto duro”?

No tengo intención ninguna de extenderme hablando del caso Madoff, más aún teniendo en cuenta que mi colega de blog es un experto en finanzas. Pero sí quiero aprovechar la coyuntura para recordar esa sensación de desasosiego que tenemos la plebe, hoy más viva que nunca, cuando dejamos nuestros ahorrillos en manos de los amos del mundo. Porque, no sé cómo lo hacen, pero nuestro dinero siempre va a parar a sus experimentadas manos y sus pérdidas siempre minan nuestros bolsillos.

Este es un trabajo para al menos cuarenta o cincuenta familias del hampa! Y ni siquiera me atrevería a asegurar que hay pantanos para disimular el cadáver de tanto mamón.

Para la ocasión he decidido rescatar el olvido un artículo de Pérez Reverte, que ya en 1998 dibujaba un panorama más que negro para nosotros, los curritos. No os lo perdáis que no tiene desperdicio…

Los amos del mundo

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos…

Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management , y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.

Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.

Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.

Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.

Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

3 comentarios:

  1. Valiente Hijo de la gran Puta!, mira que robar dinero de esa manera. Ya le diré a mi tío, J.S. que cuando baje a Boca Ratón, se encargue de dejarle un regalito.

    Buena memoria M.Soprano. gran artículo el de Pérez Reverte sobre como se fue a la quiebra el LTCM en 1998 cuando los rusos dijeron que congelaban su deuda y que no había dinero ni pa´ Dios, y eso que no era en la era comunista, ya se suponía que eran capitalistas!! jajaja!

    un saludo

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  2. LTCM? Rusos? Deuda? No sé, a mi me han enviado el artículo y me ha molado, jajaja

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